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jueves, 24 de noviembre de 2011

MIL GRULLAS (entrada de audio)

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Fragmento del cuento de Elsa Bonermann "Mil Grullas".
Bellísima historia de amor entre dos niños, en medio de uno de los hechos mas crueles de la historia de la humanidad.

martes, 8 de marzo de 2011

DIA DE LA MUJER

MUJERES ARGENTINAS QUE HICIERON HISTORIA

Por Sylvia do Pico

revista@lanacion.com.ar

 
¿Es posible contar la historia desde un punto de vista femenino? La pesquisa se torna complicada, casi arqueológica, porque al no ser tenidas en cuenta hasta hace muy poco, no existen escasos lugares que centralicen la información sobre ellas.


Nacer mujer en la época de la colonia, en América del Sur, significaba diferentes cosas según la raza y la familia de origen. Características comunes a todas: con muy pocas excepciones, se esperaba que vivieran recluidas en el hogar, se casaran de acuerdo con la decisión del padre o del amo, fueran analfabetas sin distinción de clase social, no tuvieran voz ni voto, ni disponibilidad de sus bienes.

Aun así, hubo algunas que, forzadas o favorecidas por circunstancias especiales, atravesaron la fisura en el tejido de la realidad que aparece en toda situación de crisis. Y, lo más importante, hicieron cosas que, por su relevante influencia en el curso de los acontecimientos, dejaron una pequeña señal para sus sucesores.

El coraje, ¿es un rasgo viril o humano?

Los estadounidenses han hecho investigaciones de las cuales se desprende que, provistas de un arma de fuego, las mujeres tienen naturalmente mejor puntería que un varón en iguales circunstancias. Por esta razón, en los Estados Unidos dicen que el revólver es "el gran ecualizador". De nada sirve la fuerza física masculina frente a una mujer armada.


Quizás haya sido esta cualidad la que permitió que Manuela Pedraza recogiera el arma de su marido cuando éste cayó muerto en la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas, y apuntara contra el soldado inglés que acababa de matarlo, matándolo a su vez. Manuela hizo mucho más que eso. Siguió combatiendo. Luego recogió las armas de todos los caídos a su alrededor y las entregó a Liniers, jefe de la contraofensiva criolla, que la cita en el parte de acción y la nombra alférez.

Otras versiones de este hecho dicen que Manuela y su marido peleaban codo a codo en una unidad casi invencible y que, caído él, ella le arrebató el arma al inglés; acabadas las balas, forcejeó cuerpo a cuerpo hasta matar al soldado con sus propias manos. También hay discrepancias en cuanto al grado militar otorgado a Pedraza -apodada "La Tucumanesa" porque venía de esa provincia-: algunos apuntan que el título que le fue otorgado habría sido el de subteniente de infantería. Lo que es seguro es que hubo una mujer tucumana de nombre Manuela Pedraza que peleó junto a su marido durante la Primera Invasión Inglesa en las calles de Buenos Aires, y que Santiago de Liniers consideró que su actuación había sido heroica y le otorgó un rango militar.

Otro camino eligió Martina Céspedes, vecina de San Telmo que vivía con sus tres hijas; en plena Segunda Invasión, el 5 de julio de 1807, se encontraba en casa con ellas cuando un grupo de doce soldados ingleses golpeó a su puerta buscando bebidas. Otra versión dice que madre e hijas atendían un negocio de tabaco y alcohol. Ya fuera en el hogar o en el despacho, hizo pasar a los doce varones, extranjeros y armados, a una sala contigua, y junto a su progenie les sirvió tanto licor casero como para que bajaran las defensas hasta el momento en que, de a una y silenciosamente, salieron de allí dejándolos encerrados. Luego se dirigió adonde estaba Liniers y, entregándole la llave del cuarto, le comunicó que acababa de tomar 11 prisioneros.

¿El duodécimo inglés? Se lo quedó una de sus hijas y luego se casó con él.


Algunos imperios hacen lo mismo: un poco conquistan por la fuerza y otro poco seducen con la cultura. Liniers nombró a Martina Céspedes sargento mayor, con sueldo y uniforme. Y con ese grado continuó la Céspedes participando de los acontecimientos de la Revolución.

¿Por qué contar algo que ocurrió cuatro años antes de los hechos de Mayo? Porque es durante las Invasiones Inglesas cuando los españoles residentes y los criollos se dan cuenta de que se pueden organizar y defender sin la ayuda de la metrópoli.

De amoríos, intrigas y tertulias


Imposible hablar de Liniers sin mencionar a Ana Perichon de Vandeuil, abuela de la infortunada Camila O´Gorman, y famosa por derecho propio. Francesa de origen, era joven, hermosa y casada con Edmundo O´Gorman, un irlandés que tuvo que huir corrido de aquí por las deudas. Quedó su joven esposa, que muy pronto entabló amores con su compatriota don Santiago de Liniers, héroe de la Reconquista de Buenos Aires. Su relación amorosa se convirtió en cosa pública. Hay quienes dicen que oficiaba de espía para los ingleses, y otros sugieren que en realidad estaba del lado de los independentistas. La realidad es que ambas cosas podrían ser ciertas en una historia en la que los mismos patriotas criollos no siempre estuvieron seguros sobre cuál era la mejor manera de ser libres: si a través de una monarquía alternativa a la española o mediante un gobierno criollo, entre otras posibilidades.

Las reuniones de los patriotas se realizaban en casa de las damas de mejor posición económica, atendidas por ellas mismas y sus mulatas y negras. Además de las tertulias de Mariquita Sánchez de Thompson -sobre la que hablaremos más abajo-, estaban las de Ana Riglos, Melchora Sarratea y Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, en cuya casa se reunió durante años (1804-1810) una de las primeras sociedades secretas de la emancipación. Se llamaba Partido de la Independencia y estaba integrado por Juan José Castelli, Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José Paso y Martín Rodríguez, entre otros.

El 18 de mayo de 1810 se encontraban reunidos esperando a un indeciso Cornelio Saavedra, sin el cual era imposible realizar nada de lo que tramaban. Las mujeres, con Igarzábal a la cabeza, fueron a buscarlo a su casa. Cuentan que fue suya la frase que terminó de convencer al comandante del Regimiento de Patricios. "No hay que vacilar", dicen que dijo Casilda Igarzábal, y Saavedra la siguió hasta la reunión en la que se decidió el Cabildo Abierto del 22 de mayo. Ni más ni menos.

El caso Mariquita


El primer gran acto revolucionario de María de Todos los Santos Sánchez fue casarse por amor. Los matrimonios en esa época eran arreglados por el padre, cuya autoridad en esto, como en casi todo lo demás, era indiscutible. Quienes se negaban a hacerlo iban a parar al convento, salida que muchas elegían con alivio, ya que, dependiendo de su dote (la Iglesia también la exigía), podían llevar allí una vida tranquila y privilegiada, pero sobre todo porque las salvaba de tener que convivir con un señor mucho mayor o, peor aún, con alguien que les resultaba repulsivo.

El convento no la hizo desistir de su deseo de casarse con Martín Thompson, un primo segundo. Ella y Martín le escribieron sendas cartas al virrey Sobremonte, que era el único que podía lograr la excepción. Y lo hizo.

El "caso Mariquita" ocupó las conversaciones de la ciudad porteña mientras duró. Algunos estaban a favor de la joven pareja enamorada y otros tantos en contra de que se transgrediera la prerrogativa paterna de elegir marido para las hijas.

El segundo gran acto revolucionario consistió en abrazar la causa de la independencia, y comenzó con sus famosas tertulias apenas instalada en su casa. Para entender la importancia y el alcance de esas reuniones es necesario transportarse a la época.

Las tertulias y saraos eran reuniones en casa de las principales familias de Buenos Aires. En la preparación, lista de invitados, menú, ropa, disposición de muebles y otros detalles, se ponía mucho tiempo y esmero. Recibir en casa de esta forma era considerado un arte. Y las anfitrionas que sobresalían en esto adquirían una bien ganada fama entre los vecinos de Buenos Aires. En este caso, no sólo se trataba de riqueza, educación superior (casi sobrenatural considerando que la enorme mayoría de las mujeres eran analfabetas, aun entre la clase acomodada), encanto personal y belleza. Mariquita era inteligente y estuvo involucrada en política toda su larga vida. En sus tertulias se discutían los acontecimientos, se pasaba información, se opinaba, se urdía. Nada ocurría que no fuera comentado en su salón. Allí se susurraron órdenes y contraórdenes, se espió y se pasó información, se torcieron rumbos y se fraguaron alianzas. En la lista de invitados y asistentes figuran los nombres de José de San Martín, Manuel Belgrano, Fray Cayetano Rodríguez, toda la Logia Lautaro, y muchos más. Podría decirse que nada de importancia ocurría sin su conocimiento.

El tercer acto revolucionario de Mariquita lo desarrolló toda su vida: escribir sus impresiones sobre lo que vivía, veía, pensaba. Gracias a eso es que existe un registro escrito de la visión de una de las mujeres más fascinantes de nuestra historia.

Las frágiles damas


Es probable que Remedios de Escalada no haya sido tanto la elegida como la que eligió. En El Santo de la Espada, Leopoldo Torre Nilsson muestra a una Remedios adolescente que, junto a su chaperona, va a pasearse frente a la reja detrás de la cual un joven teniente coronel San Martín ejercitaba a su batallón. En las fiestas de los Escalada, una de las familias más respetadas entre los vecinos, la joven Remedios llamaba la atención de todos, hasta del austerísimo teniente coronel, que nunca faltaba porque ese era también uno de los lugares donde se reunían, con la excusa de la tertulia, las sociedades políticas secretas de la época. Fragilidad no es sinónimo de debilidad; más bien puede ser todo lo contrario. No tardaron en casarse, y cuando San Martín partió para Mendoza, ella llegó para acompañarlo un mes después. Al poco tiempo nació la única hija, Merceditas, "la infanta mendocina". Allí languidecía y desesperaba como un león enjaulado el Libertador, con el título de gobernador intendente de la provincia de Cuyo, reclamando y esperando que Buenos Aires enviara los recursos que le permitieran cruzar los Andes para liberar a Chile y Perú.

San Martín cruzó los Andes financiado por las damas mendocinas, que organizadas -y posiblemente persuadidas por Remedios- no sólo bordaron la bandera y cosieron los uniformes para todo el regimiento: también entregaron sus joyas y otros bienes para comprar todo lo que hiciera falta para la expedición. Más de un político hoy querría tener al lado una dama frágil -es cierto- pero tan eficaz a la hora de conseguir lo que hace falta para dar el paso definitorio de su plan de acción.

Los restos de Remedios están en el cementerio de la Recoleta, y en la lápida que los identifica se puede leer: "Aquí descansa doña Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín". Siempre estuvo claro que Remedios fue la esposa de San Martín. Pero quizás esté encerrada en la elección de la palabra "amiga" la posibilidad de que quien fue un hombre preclaro en política y estrategia militar también haya sabido reconocer y honrar el valor de su mujer.

La reacción de los españoles al movimiento independentista de los patriotas llegó desde el Norte. Y hacia allí fueron las tropas enviadas desde Buenos Aires. Manuel Belgrano, abogado devenido en general del ejército patriota, no aceptaba que las mujeres acompañaran a los soldados. Esta era una práctica más común de lo que podría pensarse, y muchísimas esposas -blancas, indias, mestizas, negras y mulatas- cargaron todas sus pertenencias y marcharon detrás de sus hombres.

La Capitana


María Remedios del Valle, negra y pobre, había formado parte del Cuerpo de Andaluces que defendió la ciudad de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas. En 1810 se incorporó al Ejército Auxiliar para las provincias del Norte con su marido y dos hijos. Sólo ella volvió viva.

Fue parte del ejército de 1500 hombres, de los que sólo 600 tenían armas de fuego. Se presentó ante Belgrano para solicitarle permiso de atender a los heridos de las primeras líneas de combate. El se lo negó: ella se filtró entre las líneas de retaguardia y llegó al centro de la conflagración, donde asistió y alentó a los soldados. Entonces, Belgrano cambió de opinión y la nombró capitana. Cayó presa de los realistas en Ayohúma y fue sometida a nueve días de azotes públicos. Pero escapó, y volvió a sumarse al ejército.

Años más tarde, una anciana negra mendigaba alrededor de las iglesias de la Recova (hoy Plaza de Mayo). Se hacía llamar "La Capitana" y mostraba cicatrices que decía que le habían hecho cuando peleaba por la patria. Algunos transeúntes le daban limosna y todos pensaban que estaba loca. Un frío agosto de 1827, pasaba por esa misma plaza el general José Viamonte, héroe de la Independencia, y La Capitana extendió su mano para pedir limosna. Viamonte se detuvo sorprendido: la cara de la mujer le resultaba familiar. Le preguntó su nombre. Ella se lo dijo. Luego de un silencio, Viamonte exclamó: "¡Pero si es la madre de la Patria!" Así la llamaban los soldados que atendía en el campo de batalla.

Cuando Viamonte la reconoció, quiso ayudarla, y como diputado de la Junta de Representantes presentó un proyecto para que se le otorgara una pensión en reconocimiento por los servicios prestados. Se generó un debate en el que otros diputados pedían pruebas. Tomás de Anchorena, que había sido secretario del general Belgrano, se hallaba en el recinto y apoyó lo propuesto por Viamonte. Finalmente, no sólo se le otorgó la pensión sino que además decidieron encargar una biografía de Remedios y un monumento. Nunca le dieron la pensión, ni se escribió su biografía ni se alzó su monumento. Murió en la miseria.

Las guerreras


Serranías y arroyos, visión escarpada por ondulaciones del paisaje y mucho espacio fueron las nodrizas de Juana Azurduy mientras crecía semisalvaje en las afueras de Chuquisaca, hoy Bolivia, ayer Alto Perú. ¿Cuáles son los ingredientes para forjar una heroína de todos los tiempos? ¿Una madre india y un padre español permisivo, desilusionados por la muerte de un bebé varón y el nacimiento de una niña? Padre y madre dispuestos a dar amor a pesar de su desilusión, en todo caso. Primero fue una infancia poblada de nativos de la tierra y espacio para recorrer; más tarde, una educación formal a través de historias de santos guerreros en un convento. Y un padre deseoso de transmitir su oficio y su destreza a su progenie, fuera varón o mujer. Caballos para montar, vocación para proteger lo vulnerable y una voluntad sin género. Restricciones constantes, impedimentos e injusticias hicieron el resto.

Mientras Juana Azurduy nacía en la finca familiar de los Azurduy, los territorios colonizados por los españoles en América del Sur apenas se contenían dentro de las costuras impuestas por el régimen. Matías Azurduy, por ejemplo, español casado con la chola Eulalia Bermúdez y dueño de extensas tierras que trabajaba con la ayuda de indios nativos y de una casa en la ciudad, tenía todos los derechos. Pero no así sus hijas.

Cuando Juana, ya casada con Manuel Padilla y madre de cuatro hijos, se incorporó con toda su familia a la lucha contra los realistas, su cabeza ya tenía precio. La alternativa era seguir oculta en un promontorio sólo conocido por los indios, en eterna espera de su hombre, cuidando que los niños no cayeran al abismo. Quizá creyó que la guerra no duraría tanto tiempo. Y no sabía en ese momento que esos cuatro hijos no sobrevivirían para ver el mundo mejor por el que ella y Manuel estaban peleando.

A partir de entonces, Juana participó de la guerra de guerrillas que se desarrolló en el Norte, hostigando a las tropas españolas, interceptándoles el paso hacia el Sur, impidiendo que recibieran víveres, alzando a indios, mestizos y criollos, en alianzas precarias con otros caudillos. La asistían un aura de Pachamama, su habilidad nata como amazona y una destreza fuera de lo común para el combate. Adiestró y lideró varios cuerpos de soldados; entre ellos, las Leales y las Amazonas. Hablaba aimara y quechua, además de castellano. Belgrano pidió conocerla, y le regaló un uniforme y su espada; solicitó al gobierno de Buenos Aires que se le diera el título de teniente coronel del Ejército Patriota.

En medio de una escaramuza feroz con los enemigos, Manuel le ordenó huir con los pequeños mientras él y los pocos fieles que le quedaban los distraían. Debió internarse en un monte pantanoso que desconocía. Los cuatro hijos se enfermaron y murieron. Cuando emergió de ese pantano y se reencontró con Manuel, ya era otra Juana. Había perdido toda compasión. A partir de ese momento, no tomará prisioneros. Ni siquiera la suavizará el nacimiento de una quinta hija, Luisa, la única que la sobrevivió. La había parido en pleno combate y para salvarla debió pelear con ella en un brazo y la espada en el otro. La depositó con la india que la criaría y volvió a la batalla.

La muerte de Manuel, el amor de su vida, marcó el momento en que se retiró de la lucha. Sólo se quedaría a la elección de su sucesor dentro del intrincado panorama de caciques que se dividían la resistencia en el Norte. Luego partió para Salta, donde acompañó a Güemes hasta la muerte de éste. Pasó los últimos años en su Chuquisaca natal, escribiendo cartas a los gobiernos de Bolivia y Argentina, reclamando su pensión y relatándole su vida a un sobrino que la acompañó hasta su muerte.

La resistencia salteña


En la provincia de Salta estaban Martín Güemes y sus gauchos, y una red femenina de espionaje audaz e ingeniosa de la que participaban miembros de todas las clases sociales. Se disfrazaban, seducían, ocultaban papeles en el ruedo de la pollera, montaban a caballo y recorrían largas distancias para obtener información y avisar a sus maridos, hermanos o hijos que estaban en el ejército patriota. Los realistas no podían respirar sin que se enterara una de ellas y se activara la red de comunicación hasta llegar a oídos de los jefes independentistas.

Una de ellas fue María Loreto Sánchez Peón de Frías. Para tener una comunicación rápida y frecuente desarrolló un sistema simple: un buzón natural en medio de la nada. Un árbol al que se le había hecho un hueco y luego vuelto a tapar con la misma corteza. Un árbol cerca de donde las criadas iban todos los días a lavar la ropa y a buscar agua. Ellas transportaban el papel con la ropa sucia y lo dejaban en el hueco sin ser vistas. Luego, el jefe patriota lo retiraba a la noche y dejaba a su vez instrucciones y pedidos de información.

Por ejemplo, la cantidad de soldados realistas que había en cada momento. Doña Loreto se disfrazaba de viandera e iba con su canasta de comida en la cabeza y granos de maíz en los bolsillos a sentarse a la plaza donde estos acampaban. Cuando aparecía el oficial y empezaba a cantar uno por uno los nombres, ella pasaba un grano de maíz de un bolsillo a otro por cada presente. Luego enviaba esa información vía el buzón arbóreo al jefe patriota. Cada vez que había un cambio, por deserciones o llegada de refuerzos, repetía la operación.

Alguna vez tuvo que llevar la información ella misma porque no había tiempo para hacerlo de otro modo. Conocía ese territorio arbusto por arbusto y montaba a caballo como una amazona. Vivió más de 100 años, y llevó la insignia celeste en el pelo hasta el final.

Otra punta de la red femenina en Salta fue Macacha Güemes, hermana de Martín. Casada desde muy joven con un español simpatizante de los realistas, y parte destacada de la vida social salteña de ese momento, Macacha conseguía información que luego le hacía llegar a su hermano. Espía sagaz y operadora política de lujo, lo protegía, lo ponía sobre aviso de cualquier cambio de marcha. La Antígona salteña era ojos, oídos y brazo de su hermano en la ciudad. Armó un taller de costura en su casa para vestir a los gauchos de Güemes. Y era capaz de ir sola, embarazada y de noche, a galope de caballo por los caminos que conoce desde su infancia hasta el campamento para avisarle de alguna emboscada. Cuando las negociaciones entre el jefe salteño y el general José Rondeau, con órdenes de Buenos Aires, llegaron a un punto muerto y había amenaza de ruptura, ella destrababa y se llegaba a un acuerdo. Dicen que su hermano murió en sus brazos.

Hasta aquí, el relato de la vida de diez mujeres de las que se guarda registro histórico sobre su participación en la gesta de la Independencia. Toda selección deja afuera elementos valiosos: hubo muchas más.

Aun así, es posible una conclusión: las mujeres estuvieron muy presentes y activas antes, durante y después de la Revolución de Mayo. Desplegaron su potencial y afectaron el curso de los acontecimientos. Algunas, desde sus roles tradicionales, que son suficientemente heroicos, entonces y ahora. Otras, demostrando que el coraje, la voluntad, la capacidad de organización y el talento no tienen género o época.




Bibliografía:
 
Mujeres en la sociedad argentina. una historia de cinco siglos , Dora Barrancos. Editorial Sudamericana


Mujeres Reveladas , Susana Dillon. Editorial Vergara

Doña Juana Azurduy de Padilla , Joaquín Gantier

Lupe , Silvia Miguens. Editorial Tusquets

Mariquita Sánchez. Vida política y sentimental , María Sáenz Quesada. Editorial Sudamericana

Ana y el Virrey , Silvia Miguens. Editorial Tusquets

Mariquita Sánchez y su tiempo , Jorge Zavalía Lagos. Editorial Plus Ultra

Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas , Lily Sosa de Newton, Editorial Plus Ultra

La mujer argentina en la anécdota , Ediciones La Obra

Intimidad y política. Diarios y cartas de Mariquita Sánchez de Thompson , Editorial Adriana Hidalgo

 

 

lunes, 14 de febrero de 2011

"DIA DE LOS ENAMORADOS"

Hay tantas y bellas historias del origen del "Dia de San Valentín", que no podíamos contarte solo una...

Elegi la que más te guste y a la persona que más quieras, y ¡A FESTEJAR! 



La historia del día de San Valentín comienza en el siglo tercero con un tirano emperador romano y un humilde mártir cristiano. El emperador era Claudio III. El cristiano era Valentino. Claudio había ordenado a todos los cristianos adorar a doce dioses, y había declarado que asociarse con cristianos era un crimen castigado con la pena de muerte.



Valentino se había dedicado a los ideales de Cristo y ni siquiera las amenazas de muerte le detenían de practicar sus creencias. Valentino fué arrestado y enviado a prisión. Durante las últimas semanas de su vida, algo impresionante sucedió. El carcelero, habiendo visto que Valentino era un hombre de letras, pidió permiso para traer a su hija, Julia, a recibir lecciones de Valentino. Julia, quien había sido ciega desde su nacimiento, era una joven preciosa y de mente ágil. Valentino le leyó cuentos de la historia romana, le enseñó aritmética y le habló de Dios. Ella vió el mundo a través de los ojos de Valentino, confió en su sabiduría y encontró apoyo en su tranquila fortaleza.


“Valentino, es verdad que Dios escucha nuestras oraciones?” Julia le preguntó un día. “Si, mi niña. El escucha todas y cada una de nuestra oraciones,” le respondió Valentino. ” Sabes lo que le pido a Dios cada noche y cada mañana? Yo rezo porque pueda ver. Tengo grandes deseos de ver todo lo que me has contado!” Valentino le contestó, “Dios siempre hace lo mejor para nosotros, si creemos en El.” “Oh, Valentino, yo si creo en Dios”, dijo Julia con mucha intensidad. “Yo creo.” Ella se arrodilló y apretó la mano de Valentino. Se sentaron juntos, cada uno en oración. De pronto, una luz brillante iluminó la celda de la prisión. Radiante, Julia exclamó, “Valentino, puedo ver, puedo ver!” “Gloria a Dios!” exclamó Valentino.


En la víspera de su muerte, Valentino le escribió una última carta a Julia pidiéndole que se mantuviera cerca de Dios y la firmó “De Tu Valentino”. Valentino fué ejecutado el día siguiente, el 14 de febrero del año 270, cerca de una puerta que más tarde fuera nombrada Puerta de Valentino para honrar su memoria. Fué enterrado en la que es hoy la Iglesia de Praxedes en Roma. Cuenta la leyenda que Julia plantó un Almendro de flores rosadas junto a su tumba. Hoy, el árbol de almendras es un símbolo de amor y amistad duraderos. En cada 14 de febrero, el día de San Valentín, mensajes de afecto, amor y devoción son intercambiados alrededor del mundo.


Acá va otra más...

El "amigo de los enamorados", San Valentín, es el patrón del amor por excelencia. En su tiempo fue castigado por defender el derecho de los jóvenes a amarse y unirse en matrimonio, aunque no siempre fue reconocido por ello. De hecho, aunque pueda sonar paradójico, fue la Iglesia quien decidió erigirlo en patrón de los enamorados y decretó el 14 de febrero como día indicado para esta festividad. Y lo hizo para acabar con un famoso rito pagano de fertilidad que provenía de la tradición romana.
VALENTÍN Y LAS BODAS EN SECRETO

Situémonos: año 270 d.C. Roma está en plena decadencia y toda ayuda es poca para evitar que el Imperio se desmorone. Al emperador Claudio III, que sabe lo que se juega en el campo de batalla, le da por pensar que los hombres casados rinden menos porque están emocionalmente ligados a sus familias, y que los solteros son mejor soldados. Así que prohíbe el matrimonio.
Por supuesto, la noticia no es bien acogida. Valentín, un obispo cristiano, decide quejarse a su manera: incitando a los jóvenes enamorados a acudir a él en secreto para unirse en sagrado matrimonio. Cuando Claudio lo descubre hace detener a Valentín e intenta convencerle para que renuncie al cristianismo. Como no lo consigue, ordena que lo apaleen, lo apedreen y finalmente lo decapiten. Valentín es ejecutado el 14 de febrero.
La historia de Valentín hubiera quedado ahí si no fuera porque dos siglos más tarde la Iglesia católica la recuperó. Por aquel entonces era tradición entre los adolescentes practicar una curiosa fiesta pagana derivada de los ritos en honor del dios Lupercus. Era un sorteo mediante el cual cada chico escogía el nombre de una joven que se convertiría en su compañera de diversión durante un año. Y eso incluía el placer sexual...
La Iglesia quiso acabar con tanto desenfreno y sustituyó aLupercus por San Valentín como patrón de los enamorados. Eso sí, conservó la costumbre del sorteo, aunque lo que escogían los adolescentes era el nombre de un santo al que debían imitar el resto del año.

LA TRADICIÓN DE ENVIAR POSTALES

 
Aún a regañadientes, los jóvenes romanos aceptaron el cambio impuesto por la Iglesia, pero no renunciaron a la tradición de enviar cartas de amor cada 14 de febrero a las chicas que querían conquistar. En honor al nuevo patrón, a menudo firmaban como "San Valentín". Y esa costumbre también tiene su historia...
Dicen que cuando Valentín fue encerrado, su carcelero le pidió que diera clases a su hija Julia, que era ciega de nacimiento. A base de lecciones y horas juntos, Valentín se enamoró de Julia y cuentan que incluso hizo que recuperase la vista milagrosamente. La víspera de su ejecución, envió una nota de despedida a la chica en la que firmó con las palabras "de tu Valentín".
Con el tiempo las tarjetas de San Valentín se hicieron populares y adoptaron a Cupido como figura emblemática. Su decoración aumentó y empezaron a imprimirse con versos y dibujos. Hoy en día siguen siendo tradición en todo el mundo y, después de las postales de Navidad, son las que más se envían en todo el año.

martes, 18 de enero de 2011

MARIA ELENA WALSH



(Ramos Mejía, Buenos Aires, 1 de febrero de 1930 – Buenos Aires, 10 de enero de 2011)

"Donde no hay libros hace frío.Vale para las casas, las ciudades, los países. Un frío cataclismo, un páramo de amnesia".                                              M.E. Wals

El día 10 de enero alzó vuelo un ser sensible, que ha dejado un legado maravilloso, pleno de estampas y rubíes, diamantes y crayones. Pero más importante aún logró anidar un arco iris de pensamientos, juegos, canciones e imaginación en el corazón de todos nosotros.


No prometió edificios, ni barrios, ni escuelas, ni hospitales o arengas misteriosas. Solamente dispuso un lenguaje que nos hace mejores, que nos representa, que nos hace humanos.

 
Fue una poetisa, escritora, música, cantautora, dramaturga y compositora argentina, que ha sido considerada como «mito viviente, prócer cultural y blasón de casi todas las infancias». Por su parte, el escritor Leopoldo Brizuela ha puesto de relieve el valor de su creación diciendo que «lo escrito por María Elena configura la obra más importante de todos los tiempos en su género, comparable a la Alicia de Lewis Carroll o a Pinocho; una obra que revolucionó la manera en que se entendía la relación entre poesía e infancia.»


Especialmente famosa por sus obras infantiles, entre las que se destacan el personaje/canción Manuelita la tortuga y los libros Tutú Marambá, El reino del revés y Dailan Kifki, es también autora de difundidas canciones populares para adultos, entre ellas Como la cigarra, Serenata para la tierra de uno y El valle y el volcán. Otras canciones de su autoría que integran el cancionero popular argentino son La vaca estudiosa, Canción de Titina, El Reino del Revés, La pájara Pinta, La canción de la vacuna (El brujito de Gulubú), La reina Batata, El twist del Mono Liso, Canción para tomar el té, En el país de Nomeacuerdo, La familia Polillal, Los ejecutivos, Zamba para Pepe, Canción de cuna para un gobernante, Oración a la justicia, Dame la mano y vamos ya, etc. Entre sus álbumes destacados se encuentran Canciones para mirar (1963) y Juguemos en el mundo (1968).

Entre 1951 y 1963 formó el dúo Leda y María junto a Leda Valladares y entre 1985-1989 fue designada por el presidente Raúl Alfonsín para integrar el Consejo para la Consolidación de la Democracia. Entre los artistas que difundieron el cancionero de María Elena Walsh se destacan el Cuarteto Zupay, Luis Aguile, Mercedes Sosa , Jairo, Rosa León y Joan Manuel Serrat.

A lo largo de su vida formó pareja con la folkorista Leda Valladares, la directora de cine María Herminia Avellaneda y la fotógrafa Sara Facio, con quien vivió desde inicios de la década de 1980 hasta su muerte.

El País Jardín-de-Infantes y sus últimas canciones

Asfixiada por la censura impuesta por la dictadura militar, en julio de 1978, en plena Copa Mundial de Fútbol, decidió «no seguir componiendo ni cantar más en público». Paradójicamente, varias de sus canciones se volvieron símbolo de la lucha por la democracia, como Como la cigarra, Canción de cuna para un gobernante, Oración a la Justicia, Canción de caminantes, Balada de Cómodus Viscach, Postal de guerra o su versión de We shall overcome (Venceremos), la clásica marcha del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.



Al año siguiente, el 16 de agosto de 1979, María Elena publicó en el suplemento cultural del diario Clarín un artículo titulado «Desventuras en el País Jardín-de-Infantes», título que en 1993 retomaría para titular un libro. Se trata de un texto en el que la escritora acepta como legítima la acción de la dictadura para reprimir a «la subversión» y «mantener la paz social», pero en el que también desliza una crítica a la censura imperante, asimilando el país a un jardín de infantes:



“Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos. Cuando el censor desaparezca ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista! estaremos decrépitos y sin saber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se preguntaban: "¿Nosotros qué éramos...?"
(...)
Sí, la firmante se preocupó por la infancia, pero jamás pensó que iba a vivir en un País-Jardín-de-Infantes. Menos imaginó que ese país podría llegar a parecerse peligrosamente a la España de Franco, si seguimos apañando a sus celadores. Esa triste España donde había que someter a censura previa las letras de canciones, como sucede hoy aquí y nadie denuncia; donde el doblaje de las películas convertía a los amantes en hermanos, legalizando grotescamente el incesto.


Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabernos intrincada y de la que somos beneficiarios. Pero eso ya no justifica que a los honrados sobrevivientes del caos se nos encierre en una escuela de monjas preconciliares, amenazados de caer en penitencia en cualquier momento y sin saber bien por qué.”


                                                                                                    María Elena Walsh.



Democracia, reconocimiento y libros


En 1985 fue nombrada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y en 1990, Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba y Personalidad Ilustre de la Provincia de Buenos Aires. En 1994 apareció la recopilación completa de sus canciones para niños y adultos y en 1997, Manuelita ¿dónde vas?.

Como articulista, tuvo gran repercusión mundial su artículo La eñe también es gente en defensa del uso en internet de esta letra tan característica de la lengua española.


“¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta el apócope [...] Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece [...] La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera donde se debate nuestro discriminado signo [...] La eñe también es gente.”


                                                   María Elena Walsh, en el diario La Nación, 1996.


Obras literarias


Poesía y prosa para adultos

Otoño imperdonable (1947)

Apenas viaje (1948)

Baladas con Ángel (1951)

Casi milagro (1958)

Hecho a mano (1965)

Juguemos en el mundo (1970)

Novios de antaño (1990)

Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes (1993)

Fantasmas en el parque (2008)

Canciones para adultos

Cancionero contra el mal de ojo (1976)

Literatura infantil (completa)

La mona Jacinta. Buenos Aires: Editorial abril de 1960

La familia Polillal. Buenos Aires: Editorial abril de 1960

Tutú Marambá. Buenos Aires: Edición de la Autora, 1960

Circo de Bichos. Buenos Aires: Editorial abril de 1961

Tres morrongos. Buenos Aires: Editorial abril de 1961

El reino del Revés. Buenos Aires: Fariña Editores, 1965

Zoo loco. Buenos Aires: Fariña Editores, 1965

Cuentopos de Gulubú. Buenos Aires: Fariña Editores, 1966

Dailán Kifki. Buenos Aires: Fariña Editores, 1966

Versos para cebollitas. Buenos Aires: Fariña Editores, 1966

Versos folklóricos para cebollitas. Buenos Aires: Fariña Editores, 1967

Aire libre. Libro de lectura para segundo grado. Buenos Aires: Editorial Estrada, 1967

Versos tradicionales para cebollitas. Buenos Aires: Sudamericana, 1967

El diablo inglés. Buenos Aires: Editorial Estrada, 1970

Angelito. Buenos Aires: Editorial Estrada, 1974

La sirena y el capitán. Buenos Aires: Editorial Estrada, 1974

El país de la geometría. Buenos Aires: Editorial Estrada, 1974

Chaucha y palito. Buenos Aires: Sudamericana, 1977

Veo Veo. Buenos Aires: Hispamérica, 1984

Bisa vuela. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985

Los Glegos. Barcelona: Lumen, 1987

La nube traicionera (versión libre de "La nuage rose" de George Sand). Buenos Aires: Sudamericana, 1989

Pocopán. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

Una jirafa filarmónica. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

Un gato de la luna. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

La plapla. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

El paquete de Osofete. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

Martín Pescador y el delfín domador. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

Historia de una princesa, su papá y . . . Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

El gatopato y la princesa Monilda. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

La foca loca. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

El enanito y las siete Blancanieves. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

Don Fresquete. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996

Manuelita ¿Dónde vas? Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1997

Manuelita la tortuga. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1998

Osías el osito". Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1998

El Mono Liso. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1998

El gato que pesca. Buenos Aires: Editorial Planeta 1999

El show del perro salchicha. Buenos Aires: Editorial Planeta 1999

La reina Batata. Buenos Aires: Editorial Planeta 1999

Hotel Pioho's Palace. Buenos Aires: Alfaguara, 2002


Discografía

Con Leda Valladares (Leda y María)

Chants d’Argentine, [1954] (Le Chant du Monde LDY-M-4021)

Sous le ciel de l’Argentine, [1955] (London International FS 123619/WB 9113)

Entre valles y quebradas, vol. 1, [1957] (Disc Jockey Estrellas 10071)

Entre valles y quebradas, vol. 2, [1957] (Disc Jockey LD 15052)

Canciones del tiempo de Maricastaña, [1958] (Disc Jockey 77076)

Leda y María cantan villancicos (EP), [1959] (Disc Jockey TD 1007)

Canciones de Tutú Marambá (EP), [1960] (Disco Plin s/n)[21]

Canciones para mirar, [1962] (Disco Plin 102)

Doña Disparate y Bambuco (EP), [1962] (Disco Plin 103)

Navidad para los chicos (EP) (con Roberto Aulés), [1963] (Abril Fonorama Bolsillitos 502)


Solista

Canciones de Tutú Marambá (EP), [1960] (Disco Plin s/n)[21]

Canciones para mí, [1963] (CBS 1097)

Canciones para mirar, [1963] (CBS 1098)

El país de Nomeacuerdo, [1967] (CBS 1113)

El país de la Navidad, (EP), [1968] (CBS 1762)

Cuentopos, [1968] (CBS 1115)

Juguemos en el mundo, [1968] (CBS 8830)

Cuentopos para el recreo, [1969] (CBS 1125)

Juguemos en el mundo II, [1969] (CBS 18969)

Cuatro villancicos norteños, [1971][cita requerida]

El sol no tiene bolsillos, [1971] (CBS 19107)

Como la cigarra, [1972] (CBS 19311)

El buen modo, [1976] (Microfón SE 573)

De puño y letra, [1976] (Microfón SE 761)


"Porque me duele si me quedo,

pero me muero si me voy

con todo y a pesar de todo

mi amor yo quiero vivir en vos."

Fragmento de "Serenata para la tierra de uno" M.E.Walsh